lunes, 29 de octubre de 2007

GLOBALIZACION ALTERNATIVA

La globalización es uno de esos términos que, como pasa frecuentemente, se ponen de moda, todo el mundo utiliza, está presente en frecuentes polémicas... pero muy poca gente sabe a ciencia cierta qué significa.
La globalización en sí misma no es propiamente una ideología. Es un estado concreto de desarrollo de la economía mundial caracterizado por la libertad de movimientos de personas, mercancías, servicios y capitales, en un sistema de tipos de cambios flexibles y con un abaratamiento espectacular de los precios de comunicación y transporte que permite la ampliación al planeta de las decisiones de producción, inversión y distribución. Ese fenómeno no afecta igual ni al consumidor ni al trabajador que ven limitada su movilidad enormemente, por razones físicas, económicas o legales. Los ciudadanos de a pie no tienen las mismas opciones de libertad de la que gozan las empresas y los capitales, en una de las primeras asimetrías que caracterizan a la situación presente.
La globalización multiplica las posibilidades de acceso al conocimiento, a la información, a otras culturas y otras perspectivas. Aunque existe un predominio desequilibrado de los medios de comunicación y de difusión de la cultura occidental y desarrollada, especialmente la norteamericana.
Un comercio sin barreras proteccionistas permite una cierta especialización de cada país en aquellos sectores en los que tiene ventajas comparativas con el consiguiente aumento de la eficiencia general. Mundialmente estaríamos consiguiendo aprovechar mejor los recursos disponibles y obtener más productos con menos esfuerzo. También es positiva la dispersión de la inversión consiguiente, lo que potencia que las posibilidades de la industrialización y el desarrollo alcancen a un área mayor de la Tierra. El librecomercio permite también, al menos en teoría, que en cada país se perciba una mayor competencia puesto que los posibles monopolios nacionales se deben enfrentar a la presencia de productores de otros países. El abaratamiento internacional llegaría también a cada uno de los mercados.
Recordemos que una de las reivindicaciones tradicionales de los países en vías de desarrollo era precisamente el librecomercio para sus productos. Mejor que mucha de la cooperación, frecuentemente plasmada en ayudas paternalistas y más acorde con los intereses del país emisor que del receptor, se ha pedido libertad para exportar e igualdad de trato.
Pero las ventajas teóricas chocan con las desventajas, también importantes, que podemos observar en la práctica. La primera de ellas, la hipocresía de los países desarrollados que acompañan sus proclamas verbales librecambistas de tácticas claramente proteccionistas. La experiencia muestra que las sanciones antiproteccionistas se aplican con dureza a los países más pobres pero son prácticamente inexistentes para los poderosos.
Otro factor negativo es la exportación de los efectos perjudiciales que se derivan de una actividad productiva. El caso más típico es la contaminación. En los países desarrollados se han ido poniendo trabas crecientes a las actividades contaminantes. Las empresas están optando con mucha frecuencia por trasladar las plantas industriales afectadas a países en vías de desarrollo donde la legislación en este campo es más laxa o incluso inexistente.
La rentabilidad del traslado de la producción a los países subdesarrollados, con menores niveles de productividad y muy débil normativa de protección social, se basa frecuentemente en jornadas exhaustivas, explotación infantil, desprecio de requisitos de salud e higiene, despido libre... Las condiciones más duras del primer capitalismo industrial, superadas en los países desarrollados, se reproducen de nuevo en estos procesos productivos. Esa explotación laboral en los países menos desarrollados está provocando el endurecimiento también en las condiciones de trabajo del primer mundo.
La inmigración desde países con altos niveles de pobreza está siendo utilizada de forma vergonzante y vergonzosa para reforzar ese proceso. Por una parte se ponen enormes trabas a la entrada de estas personas y por otra se aprovecha la inmigración clandestina para imponerles condiciones de vida y de trabajo inadmisibles.
Al mismo tiempo, la globalización ha puesto en crisis toda la tradición de la redistribución nacional. Las zonas y los sectores más ricos dentro de un país aceptaban la existencia de políticas redistributivas porque obtenían beneficios que les compensaban. Pero desde el momento en que desaparecen las fronteras, la competencia internacional hace perder la exclusividad y es más difícil obtener ese retorno. Crecen así las resistencias a mantener las políticas redistributivas.
Por otra parte, la globalización está favoreciendo la concentración de la producción mundial en un número reducido de empresas. Se refuerza así la tendencia hacia un mercado dominado por monopolios; u oligopolios con comportamientos monopolísticos a través de pactos de restricción de la competencia
Uno de los aspectos más significativos y preocupantes de la evolución de la economía mundial en las últimas décadas es el tremendo predominio de lo financiero sobre lo real. Si el fenómeno de la globalización es notorio es precisamente en el campo de los movimientos especulativos del capital. Cada día se mueven en los mercados financieros internacionales cifras muy superiores a las que puedan manejarse en la economía real de cualquier país o en el conjunto del comercio mundial. Las crisis financieras son una constante periódica en las últimas décadas.
Como consecuencia y reflejo de todo ello, frente a las promesas de que la liberalización mundial permitiría más riqueza para todos, la realidad del final del siglo XX es que han aumentado las desigualdades en el mundo y se ha incrementado dramáticamente el número de personas que viven en la pobreza absoluta.
Para quienes la solidaridad es palabra hueca será necesario recordarles que la injusticia, la desigualdad insultante, la miseria y el hambre son el caldo de cultivo para el conflicto social generalizado. Si no es por justicia, hágase por seguridad. La ausencia de cohesión social y el sentimiento de injusticia están en la base de casi todos los estallidos revolucionarios y de las reacciones violentas. Una globalización más solidaria puede garantizar mayores ventajas para el conjunto de la humanidad y reducir los peligros de inestabilidad que caracterizan al desmesurado crecimiento de la inversión financiera y especulativa.
La polémica sobre la globalización ha saltado a la actualidad en buena medida a raíz de las contestaciones que se han visto en la calle en los últimos meses, que tuvieron su inicio con ocasión de la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en Seattle. Tales manifestaciones son un símbolo de la crisis de un modelo. La protesta puede parecer un tanto confusa en cuanto a integrantes y objetivos. Es cierto que confluyen intereses y colectivos de la más variada procedencia. Pero es un signo claro y evidente de que algo no funciona, de que una buena parte de la población mundial contempla el proceso con temor y desconfianza.
Buen número de ONGs comprometidas en la lucha contra la pobreza y la exclusión están jugando un papel importante en ese proceso de contestación a los aspectos más negativos de la globalización. Muchas de ellas han participado activamente en esas protestas. La primera pregunta que se hacen muchos ciudadanos es porqué estas organizaciones, algunas de contrastada seriedad y responsabilidad, se involucran en situaciones de violencia y de desórdenes públicos.
La decisión de salir a la calle puede explicarse fácilmente. Los esfuerzos por abrir este debate sobre la evolución mundial vienen haciéndose desde hace muchos años: foros paralelos, escritos, seminarios, publicaciones, denuncias... Sin embargo, todos esos esfuerzos resultaban baldíos porque no hallaban acogida en los medios de comunicación ni atención alguna por los responsables políticos. Sólo cuando cientos de miles de personas han manifestado a gritos y visiblemente su descontento parece que los medios y, a través de ellos, la sociedad en su conjunto, han empezado a darse cuenta de que algo estaba pasando.
Por otra parte, cuando las ONGs claman por la necesidad de revisar políticas y planteamientos extremadamente dañinos para una buena parte de la población mundial, se cuestiona su representatividad democrática. La capacidad de movilización demostrada en muy distintos lugares viene a ser prueba de que la opinión defendida por estas organizaciones tiene detrás un sentimiento muy generalizado.
Los actos violentos son a menudo utilizados para deslegitimar las movilizaciones populares. Cualquier observador objetivo es plenamente consciente de que las actitudes violentas son notoriamente minoritarias. Y que buena parte de esas actuaciones violentas se han visto favorecidas, directa o indirectamente, por las fuerzas policiales. La superficie del desorden es un velo útil para intentar desprestigiar el fondo de las protestas y evitar el debate sobre los contenidos.
Para la mayor parte de las ONGs, la globalización es un dato más que un enemigo. El movimiento se define por una globalización alternativa más que como antiglobalización. El objetivo es potenciar y extraer sus aspectos positivos y reforzar las fuerzas que puedan paliar los negativos.
Las soluciones sólo podrán venir de un cambio en las conciencias, de una generalización de opciones valorativas diferentes a las ahora dominantes. La educación y la movilización son instrumentos para avanzar en ese sentido, para conseguir que la opinión pública exija de sus gobiernos comportamientos solidarios y controles adecuados del capital internacional.
Es preciso apoyar especialmente la redistribución como necesidad intrínseca a un sistema de mercado que, por sí solo, lleva a desigualdades crecientes. En todos los niveles: en lo político y en lo educativo, en el mundo y en cada municipio pasando por cada país y región, en la renta y en la riqueza, en dinero y en prestaciones. Es preciso apoyar también todas las experiencias del denominado tercer sector, de la formas de producción, comercialización, consumo y ahorro que responden a un modelo diferente al de la pura búsqueda del lucro a corto plazo.
Es evidente que el éxito de esas acciones exige mucho tiempo y que la acción de las organizaciones sociales, del tercer sector, de las ONGs y entidades similares tiene más de amortiguador que de solución auténtica de los problemas. Pero no podemos conformarnos con soluciones alejadas en el tiempo sino que hay que ir buscando respuestas para todos cuantos, ahora, están sufriendo la marginación y la pobreza. Ese es el reto: ayudar a reducir los problemas hoy sin perder de vista que las soluciones auténticas han de ir a las raíces que los provocan y sólo serán posibles a largo plazo

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